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La corrupción, en una fórmula (post-449)

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Corrupcion

 

 

La gente no nace corrupta, ni participa en ella por impulso, como se compraría un libro en un aeropuerto. Tampoco es un resultado de la pasión, ni de la rutina inconsciente. La corrupción es un delito calculado, elaborado y medido que se comete si los perpetradores suponen que los riesgos de que les descubran son bajos, las sanciones leves, y las recompensas elevadas. Por eso disminuye si el sistema demuestra capacidad de vigilancia e introduce mecanismos eficaces de salvaguarda que constituyan una amenaza creíble para ellos. Así que una buena parte de la solución a corto plazo consiste en aumentar significativamente la percepción de riesgo en el cálculo que hace el potencial corrupto antes de consumar su fechoría.

Para escribir esta entrada me he inspirado en unos textos que encontré de casualidad sobre una curiosa iniciativa digital de crowdsourcing ciudadano impulsada desde la India: “I paid a bribe” (“Yo pagué un soborno”). Hablaré de ella en otro post, porque es un buen ejemplo de Inteligencia Colectiva.

Está claro que la educación es otro ingrediente clave en la solución, porque no hay corruptos sin personas que estén dispuestas a pagarles. Cultivar una cultura ciudadana de tolerancia cero hacia la corrupción, incluso cuando le pueda convenir (por ejemplo, para saltarse una cola), es esencial. De hecho, conocemos muchos casos en los que la supuesta “víctima” es la incitadora. Pero la solución para curar definitivamente la corrupción es encontrar una mezcla adecuada entre educación social (una actitud de rechazo social y ético del corrupto) y mecanismos pragmáticos que generen un balance coste/beneficio poco estimulante para quienes piensen en cometer el delito. La llave puede estar, como vengo diciendo, en la gestión de incentivos, elevando los riesgos y reduciendo las recompensas. En definitiva, no es solo una cuestión moral o ética, sino también económica y de instrumentos legales-administrativos.

Por otra parte, es un error centrar toda la guerra contra la corrupción en personas y funcionarios puntuales, o sea, en personalizar el problema en X o Y personajes públicos corruptos. Por supuesto que exponer nombres y apellidos ayuda a visibilizar el problema, y sirve para emitir un mensaje de que “Aquí NO vale todo”; claro… siempre y cuando los culpables se castiguen, cosa que sabemos que a menudo no ocurre, porque en este país los ladrones de guante blanco lo tienen fácil para irse de rositas.

El castigo merecido es ejemplarizante, pero la verdadera solución está en corregir fallos del modelo institucional que facilitan que la corrupción se convierta en una perversión sistemática. Si somos honestos tenemos que reconocer que, en esencia, no es un problema sólo de determinados funcionarios, políticos y empresarios sin escrúpulos, sino de un sistema que le pone las cosas demasiado fáciles, incluso fomenta comportamientos de este tipo. Podría hacer una lista enorme de factores del entorno que son facilitadores y desencadenantes de la corrupción, desde la ley de financiación de partidos, pasando por las trampas de la no-separación de poderes, hasta la sub-financiación del sistema de justicia (que a veces parece deliberada para favorecer su lentitud e ineficacia); pero me voy a centrar en la formulación general del problema (y la solución) resumiéndolos en una fórmula que nos dará muchas pistas.

Quizás esto sea muy conocido, y yo me esté cayendo del árbol (dado que no soy un experto en el tema), pero me llamó mucho la atención una fórmula que encontré en la web india de “I paid a bribe” (“Yo pagué un soborno”), porque combina con extraordinaria elegancia y sencillez tres factores o variables que contribuyen (o debilitan) la corrupción en las organizaciones. Según sus autores, la corrupción responde siempre a la siguiente fórmula matemática:

C = M + D – R

Lo que quiere decir: Corrupción es igual a Monopolio más Discrecionalidad, menos Rendición de Cuentas. Dondequiera que el resultado de esta ecuación tienda a aumentar, crece la probabilidad de corrupción, ya sea en el sector público o en el privado. Así que la solución está en trabajar sobre los elementos de esa fórmula, para conseguir que el resultado final disminuya. He estado reflexionando sobre el asunto, y aporto aquí algunas pistas:

  • Monopolio (M): Hay que reducir los poderes monopólicos de algunas entidades, departamentos, áreas y personas (insisto, esto nos vale tanto en la Administración como en entidades privadas). A más poder tiene un eslabón de la cadena, más incentivos tienen los agentes para corromperlo. Un sistema que funcione como un embudo, con un solo portero en la zona más estrecha, ejerce excesiva presión en ese punto aumentando su vulnerabilidad. Por eso, una forma de reducir la tentación del corrupto es que el flujo del proceso administrativo prevea itinerarios alternativos, para que no pueda cobrar un peaje indebido en ningún punto pues sabe que si lo intenta, el cliente o usuaria siempre podrá elegir otro camino, lo que hace inútil su mordida.
  • Discrecionalidad (D): El margen para el abuso aumenta si las autoridades tienen un excesivo poder discrecional. A más grados de libertad, por haber menos pautas explícitas que fijen sus límites, más posibilidades tiene el potencial corrupto de pisar territorio oscuro. La ambigüedad favorece al malintencionado, así que el sistema tiene que establecer por diseño mecanismos defensivos que faciliten la vigilancia institucional. Asimismo, la toma de decisiones debe ser más compartida, de modo que el corrupto tenga que convencer a más gente para poder completar el proceso.
  • Rendición de Cuentas (R): Si los sistemas son transparentes, o hay normas que permitan ejercer el derecho a solicitar información sobre cualquier acto público, entonces es más difícil tapar los actos corruptos. La existencia de procedimientos de rendición de cuentas (“accountability”) permite descubrir si alguien se ha saltado la cola pagando dinero rápido. Una medida habitual es documentar los procesos, sistematizar los procedimientos de reporting, e instrumentar mecanismos de auditoría. Pero el mecanismo más disuasivo es la transparencia, porque aumenta la percepción de riesgo del potencial corrupto dado que al multiplicar el número de vigilantes que pueden detectar una anomalía, la probabilidad de cazarlos aumenta.

Esta fórmula, aunque sencilla y fácil de comprender, contiene en sí misma algunas tensiones y peligros. El dilema de fondo está, a mi juicio, en la propia naturaleza de cualquier estrategia anti-corrupción, y es que tiende a castigar el dinamismo de los sistemas y la innovación generando habitualmente más burocracia. No tiene que ser necesariamente así, pero es lo que ocurre la mayoría de las veces. Lo estamos viendo en la Administración Pública española como resultado de la alarma social que está suscitando la corrupción ahora. La respuesta está siendo más burocracia.

Aquí comparto dos ejemplos del dilema al que me vengo refiriendo: 1) Si reducimos en exceso la D (Discrecionalidad), entonces encorsetamos el dinamismo y la capacidad de los funcionarios (o de los responsables empresariales) para tomar decisiones ágiles, 2) Si la R (rendición de cuentas) se vuelve un proceso engorroso y demasiado intensivo en tiempo, distrayendo a los decisores públicos de sus funciones principales, entonces el resultado neto puede ser contraproducente. Como se ve, es importante encontrar un equilibrio en la gestión de las tres variables, o como se suele decir en economía, entre los mecanismos de control y de promoción.

La relación entre corrupción e innovación es compleja, y por eso vale la pena examinarla en otra entrada. Pero me gustaría avanzar una hipótesis que es polémica: los sistemas dinámicos e innovadores siempre vienen acompañados de ciertos grados (bajos) de corrupción. No intentan eliminar la corrupción, sino minimizarla hasta un punto asumible. Porque el ideal puro de “corrupción cero” llevaría necesariamente a un exceso de burocracia, y ésta a castigar el dinamismo del sistema, o sea, la innovación. Entender esta paradoja es clave, pero resulta tan espinosa que se merece un post independiente. Ya lo escribiremos :-)

Nota: La imagen del post pertenece al álbum de Adolfo Lujan/DISO Press en Flickr


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