Esta semana Ramon Sanguesa nos compartía por Facebook un artículo de Lee Vinsel: “Design Thinking is Kind of Like Syphilis — It’s Contagious and Rots Your Brains” (“El Design Thinking es como la sífilis: contagioso y arruina tu cerebro”). El título me molestó tanto que hasta me atreví a prejuzgar el ensayo sin leerlo, sólo por las pistas que daba. El hilo de conversación que generó en Facebook fue bastante animado, con opiniones contrapuestas: desde la celebración entusiasta del sarcasmo hasta la perplejidad o el cabreo por lo que algunos pensamos que es una pieza superficial y amarillista.
El ensayo es extenso, así que por fin encontré tiempo para leerlo, y de paso hurgar en otras fuentes que se hacen eco de un mensaje parecido. La referencia más citada es Natasha Jen, diseñadora de Pentagram, con esta charla: “Design Thinking is Bullshit“, que levantó un gran revuelo, y que al parecer ha servido de molde para que Vinsel imprima su catarsis, repitiéndose en casi todos los argumentos, otra vez sin aportar evidencia alguna.
Se podría fundar un género nuevo con los artículos y posts de autore/as que se han apuntado a criticar el Design Thinking. Algunos con piezas serias, bien fundamentadas, pero la mayoría sin saber bien de qué hablan o planteando un escenario muy sesgado. El artículo de Vinsel me llevó a releer varios posts que tenía en cola sobre el tema, y Ramón a artículos potentes como los de GK VanPatter, de Humantific, que sí hace un análisis equilibrado del Design Thinking. Por ejemplo, su resumen de argumentos pros-cons: “Making Sense of: “Design Thinking is Bullshit”.
Estas lecturas reactivaron, de nuevo, mi interés de escribir un seriado de posts para compartir lo que es para mí, con arreglo a mi propia experiencia, el Design Thinking. Por otra parte, el ensayo de Vinsel, con su exaltación venérea, o el vídeo de Jen y su reclamo escatológico, son un estímulo más para querer aportar un punto de equilibrio al tema, porque francamente, empiezo a estar harto de ponentes y autores que abusan de títulos sensacionalistas para atraer la atención, y los venden en nombre del sarcasmo sin demostrar nada de lo que critican con tanta alegría. Allá voy…
Bienvenido al debate crítico, pero… no a las generalizaciones absurdas:
Estoy de acuerdo, en principio, con la queja de Natasha Jen de que hay una “falta de crítica” hacia el Design Thinking (DT) dentro de buena parte de la comunidad de entusiastas que lo siguen. Por eso me parece bien cualquier debate que contribuya a evitar la “asimilación idealizada” de esta metodología, que es algo que ocurre siempre con los hypes.
Sé que corro el riesgo de querer defender en exceso el DT por la simple razón de que lo uso bastante en mis proyectos. Mucha gente me conoce por mis publicaciones sobre el tema, así que están en su derecho de creer que salgo en defensa del DT porque me gano (parte de) mis cuartos con él. Sabiendo que puedo caer en eso, he hecho un enorme esfuerzo por mantener distancia e intentar hacer un análisis equilibrado de la cuestión. Quiero dejar claro que, como practicante del DT, estoy totalmente a favor de activar las alarmas y la reflexión crítica, pero sin barrer con todo, ni hacer generalizaciones injustas.
El artículo de Vinsel es una pataleta desproporcionada que se vuelve una caricatura de lo que critica. Como otros que se han apuntado a la fiesta, no recoge el punto de vista de la otra parte, de los que como yo sí han tenido experiencias positivas con el DT. Tampoco parece bien informado, y se nota que no ha usado el DT en proyectos reales.
Esto no es blanco o negro. Vale, el DT se ha convertido en un producto sobrevendido, pero ninguna de las razones que estoy leyendo justifican desaconsejar su uso. Una cosa es el DT, y otra el marketing del DT. Porque X use DT, y X sea una mierda, no significa que el DT lo sea. Trampas argumentales de este tipo ya resultan cansinas.
El DT, en su empacado final, es un producto de IDEO, pero también el resultado indirecto de mucha práctica y reflexión en ciencia y consultoría de diseño. Que haya consultores de negocio metiendo el hocico en esto no es argumento suficiente para descalificar, o aborrecer el método.
Es bastante obvio que el DT está siendo víctima de su propia popularidad masiva, algo que siempre ocurre con los hypes. Que Singularity University haga el ridículo de llamarlo “el arma secreta“, o que algunos se atrevan entre tanta euforia a decir que “lo va a transformar todo”, no significa que sea una metodología errónea, sino que están exagerando y punto.
Simplificar para difundir:
Para mí está claro que el DT embebe dosis arriesgadas de simplificación. Esto se percibe, con recelo, desde disciplinas más “serias” como el Diseño, la Antropología o la Etnografía, pero sobre todo la primera que suele ver al DT como un artificio frívolo del mundo de la consultoría que amenaza con poner en peligro la profesión. De eso hablaré más adelante.
El DT suele percibirse como una versión más sencilla y asequible del Diseño, o siendo más preciso, del Human Centered Design (HCD). Otros lo asocian con versiones exprés de la Antropología. En cualquier caso, se trata efectivamente de un modelo simplificado de algo que es más complejo, un rasgo que siempre encontramos en las metodologías que se crean con la intención de difundirse a gran escala.
El DT implica un esfuerzo de simplificación y empacado que se puede equiparar al que se hizo con la “inteligencia emocional“, que tenía una extensísima investigación detrás pero que sólo se popularizó de la mano de Daniel Goleman. A este señor se le acusó de ser un simplificador, de “enlatar” conceptos y de un largo etcétera, pero lo cierto es que, gracias a ese esfuerzo de facilitar la asimilación de ideas complejas, las emociones empezaron a contar en la forma que socialmente entendemos la inteligencia, y las instituciones empezaron a incluir por primera vez en sus agendas este asunto tan crucial. Un poco de esto está ocurriendo con el DT, y el papel que está jugando en la activación de sensibilidades que antes no existían, y que no habíamos sido capaces de canalizar por medios más sofisticados.
Simplificar para difundir es un tradeoff. Uno tiene que ser consciente de que, para ampliar alcance social, hay que renunciar a complejidad, pero que eso vale la pena. Sin embargo, cualquier intento de facilitar que algo se vuelva popular genera desconfianza desde el supremacismo intelectual. Un ejemplo de esto es alguien citado en el artículo de Vinsel que empezaba diciendo que “la arquitectura y el diseño son profundamente intelectuales” para terminar afirmando que, por eso, el DT “solo sirve para vender“.
Que sean “principios sencillos” parece molestar. Algunos críticos les piden al DT un nivel de purismo que solo es válido para las teorías de academia, cuyo consumo está reservado a un puñado de personas, precisamente por su complejidad. Yo nunca he visto al DT como una ciencia, o una disciplina científica que dé demasiado juego para hacer una carrera universitaria alrededor de ella. Es un método que te abre a posibilidades y nada más. Una vez que lo aprendes y lo usas, lo incorporas, pero no andas por ahí escribiendo artículos científicos. De hecho, tengo que reconocer que llegado a un punto, el DT me empieza a aburrir como reto intelectual, porque no da para mucho más, pero eso no le quita valor. Así que si el DT no es una teoría científica, no deberíamos exigirle tanto.
Por otra parte, si alguien quiere, y puede, dedicar años a formarse como diseñador/a, en su formato clásico, es perfecto. Pero si alguien sólo desea aproximarse a algunos conceptos y prácticas, sabiendo que eso no le va a convertir en diseñador/a, también está bien.
En resumen, lo que los críticos llaman de forma despectiva “trivializar” el diseño, yo prefiero verlo como un esfuerzo de “desmitificarlo” para poder usar algunas de sus prácticas en retos cotidianos. El DT lo desmitifica porque nos abre los ojos a la posibilidad de integrar técnicas y sensibilidades que provienen del diseño, pero también de otras disciplinas.
Saber DT no te convierte en diseñador/a:
Insisto, a mí jamás se me ocurriría decir que mi dominio del DT me convierte en “diseñador”, pero lo cierto es que me ha abierto a descubrir el “diseño expandido”, el de intangibles, que era antes totalmente desconocido para mí. De hecho, una contribución importante del DT es que nos ayuda a “ver diseño” en sitios donde antes no lo veíamos.
En mi opinión, el mayor malentendido que existe en torno al DT proviene del nombre, y de cómo se ha vendido. Nunca me he sentido cómodo con el nombre porque creo que es una metodología, o un conjunto de ellas, que se ha construido a partir de una mezcla de muchas disciplinas (no sólo del “Design”), y que permite no sólo “pensar” (“Thinking”) de un modo diferente, sino también, y sobre todo, “hacer” (“Doing”).
Debido a su nombre tan desafortunado, muchos profesionales se revuelven en sus asientos cuando IDEO y Cía. proclaman a los cuatro vientos que “el DT es un reflejo exacto de cómo piensan los diseñadores”, lo que termina interpretándose como una amenaza de intrusismo profesional. La queja más recurrente por parte del gremio es que “el DT vende que puedes dominar las habilidades de los diseñadores, y llegar a soluciones como las de ellos, con unas horas de talleres”. El reproche más habitual empieza así: “Yo, que he estado estudiando en una escuela de diseño durante años para hacerme con la profesión…”.
De ahí parten muchos de los errores del artículo de Vinsel. Por ejemplo, cuando se queja de que d.School (la escuela de Stanford) da un curso de 3 días en DT que pretende convertir a los participantes en diseñadores. ¿Pero quién dice eso? Yo he estado allí, en esa escuela, y no he visto a nadie afirmar eso. La pura verdad es que muchos diseñadores no se reconocen, con razón, en el método del DT. Esa idea, vendida por IDEO, lo ha contaminado todo, porque hay muchos tipos de retos de diseño, y de escuelas de diseño, para que puedan caber en una única doctrina.
Así que hay algo que deberíamos dejar claro, para bajar los humos: Una cosa es formarte como “design thinker”, y otra como “diseñador”. Claro que el DT tiene puntos de contacto importantes con el Diseño, porque se nutre de él y lo realimenta, pero son categorías distintas.
GK VanPatter, sin embargo, sostiene que “el DT es un subconjunto del Diseño”, y se queja en este artículo de la “estrategia agresiva y deliberada para separar Design Thinking del Diseño”, achacando a esa tendencia una de las razones de por qué existe una confusión masiva en torno a esta metodología. Entiendo en parte lo que dice, por el impacto que esa separación puede tener en la trivialización del método, pero opino que más confusión se crea al juntarlos y mezclarlos como si fueran lo mismo.
Quiero ser franco. La formación en DT no te hace experto en nada. De hecho, yo rechazo que me presenten como “experto en DT”. Es un método, una capa, que añado a mi caja de herramientas para solucionar problemas. De tanto usarlo, y de reflexionar sobre él a partir de la práctica, he podido profundizar en su filosofía y en sus principios, y eso lo ha convertido en algo más que una mera técnica de usar y tirar. Pero, insisto, sin pretensiones de hacer de esto algo más de lo que es: un enfoque útil y versátil para resolver problemas.
El Corporativismo de lo/as diseñadore/as:
A mí no me sorprende en absoluto que haya diseñadores, como Natasha Jen o Thom Moran, que critiquen al DT y le llamen “tontería“. Las razones son claras y no precisamente las correctas. Su enfado viene, como ya he dicho antes, del error de entender al DT como un (pretendido) sucedáneo del diseño.
Lo que Jen no dice en su crítica feroz es que hay muchos diseñadores (no design thinkers) a los que les gusta mirarse al ombligo y van bastante cortitos de empatía. Diseñadores, sobre todo gráficos como ella, que se ven más como artistas. Y a un artista no le vayas pidiéndole empatía, porque esa condición apunta a todo lo contrario, a rechazar cualquier reclamo de conectar con necesidades o demandas de otro/as. Según mi experiencia, los diseñadores industriales miran el DT con mucha más simpatía que los gráficos, porque tienden a ser más humildes, más abiertos, y menos divos que los segundos.
Por ejemplo, el rechazo que muestra Jen, y muchos diseñadores, a la metodología de los 5-6 pasos del DT tiene una explicación. GK VanPatter desenmascara con elegancia, aunque de forma indirecta, esa idea con su argumento # 7: “El proceso de diseño es tan complejo, y en gran parte intuitivo, que no puede ser explicado”. O sea, que deberíamos renunciar a cualquier intento de codificarlo. Ahí tenemos otro mecanismo de defensa, clásico, del corporativismo: “no codifiques, porque se replica, y eso no nos interesa”. Para ellos es mejor dejar que el diseño se perciba como algo mágico, indescifrable, que solo puedan entender los diseñadores profesionales, no vaya a ser que sean menos necesarios. Esto de sublimar los procesos intuitivos “no codificables” (sólo basados en la experiencia de muchos años) ha sido históricamente una coartada de la que han abusado todos los corporativismos profesionales.
Lo que pasa en realidad es que hay una “vieja” escuela del diseño, parapetada en la ortodoxia, que lleva muy mal el DT. Esa tensión se vive en las escuelas de diseño más que en cualquier otro sitio. Otro ejemplo de esa fricción se palpa cuando vemos a Natasha Jen, citada por Vinsel, quejándose de que se diga que el DT “puede ser aplicado por cualquier persona a cualquier problema”. Ese comportamiento defensivo de los expertos frente al supuesto intrusismo de los amateurs es una historia bien conocida, de tanto repetirse en muchas profesiones. En toda su charla subyace el cabreo del diseñador que se siente menospreciado por una metodología intrusa. Es la diseñadora cabreada porque percibe que están frivolizando su profesión cuando, repito, DT no es lo mismo que Diseño, ni un design thinker es un diseñador.
Cuando desde el DT se dice que “todos podemos ser diseñadores”, en realidad, lo que se quiere decir es que todos tenemos que “diseñar” de alguna manera, abordar retos de diseño, y que más nos vale adquirir habilidades. No significa que no haya necesidad de escuelas formales de diseño o educación de diseño porque ésta sea una actividad fácil de dominar. Es como si dijéramos que no es posible adquirir habilidades de carpintería porque ser carpinteros requiere una formación y una experiencia de muchos años.
Y ya de paso, tampoco me creo la visión purista y angelical que Jen y el artículo de Vinsel describen del diseño, para quejarse tanto de los “business bullshit” que endosan al DT. Me atrevo a afirmar que el mundo de los diseñadores está tan mercantilizado como el otro que critican. Aquí no se salva nadie ☹
No existe un único DT:
Para terminar, un detalle importante en todo esto es reconocer la diversidad de enfoques que se siguen al aplicar el DT. Como bien dice GK VanPatter: “Nunca ha existido, y ahora no existe, un solo método de diseño y, por lo tanto, no existe tampoco una única metodología de Design Thinking”. Una persona que comentó el ensayo de Vinsel quería insistir en esto: “MY version of DT is what I use“.
Por ejemplo, hay una escuela del DT que viene de la creatividad, y otra de la innovación. A la primera le gustan más los post-it, mientras que a la segunda prototipar soluciones e implementarlas. Una corriente del DT cuida más la filosofía, los principios, y otra es más de técnicas o herramientas. También podemos hablar de una opción que es más conformista, que cree que el DT es solo “adaptativo”, mientras que otra va mucho más lejos practicando un enfoque más “especulativo”. Esa es probablemente la razón por la que yo me siento a veces tan extrañado con críticas que se hacen a un DT trivializado, con el que yo no me identifico en absoluto. Es como si estuviéramos hablando de metodologías distintas.
Esta entrada forma parte de un seriado de tres posts más. En el siguiente voy a hablar de cómo el DT entiende la empatía, y su relación con disciplinas como la Etnología o la Antropología. Quiero desmontar algunas críticas injustas que hace Vinsel y Cía. sobre el método. Más adelante, dedicaré entradas específicas a discutir si, como dicen algunos, “hay poca evidencia tangible”, o sea, casos de éxito, que demuestren que el DT funciona. Asimismo, prometo hacer un resumen muy personal de lo que yo he aprendido, y conseguido, usando el DT en mi práctica profesional. Finalmente, voy a reflexionar sobre un tema que me interesa mucho: la relación que existe entre el Design Thinking y el Diseño Especulativo. ¡¡seguimos!!